Los niños y adolescentes están imbuidos en una cultura de la competición y el perfeccionismo. El éxito se define en relación con el estatus alcanzado, el desempeño y la apariencia física. Todos estos valores se transmiten, aunque sea de manera no intencional, y los niños los van aceptando y asumiendo como propios.
De la misma forma, los adultos nos dejamos envolver por esta concepción y nos mostramos decepcionados cuando el niño no obtiene una buena calificación o se muestra demasiado tímido. Así los empujamos a cumplir con nuestras expectativas, incluso siendo conscientes de que una buena calificación no es garantía de éxito.
Las capacidades que conducen al verdadero éxito
El éxito no está directamente vinculado a la inteligencia, al menos la inteligencia matemática y racional. Numerosos estudios han demostrado que el éxito depende más de cualidades como el optimismo, la curiosidad, la autoconfianza y la habilidad para manejar los obstáculos. ¿Cómo se desarrollan estas capacidades?
A través de un apego seguro, en el seno del hogar, cuando los niños se sienten protegidos y amados. Estas cualidades se potencian pasando tiempo de calidad con los hijos, estando plenamente presentes y mostrándonos responsables e interesados por sus problemas y motivaciones.
¿Por qué presionar a los niños es un arma de doble filo?
Aunque pueda parecer un contrasentido, la vigilancia excesiva de los padres sobre sus hijos, sobre todo en lo que respecta a las calificaciones escolares, tiene un efecto negativo en su desarrollo psicológico y escolar. Cuando los padres invierten en los resultados más que en el esfuerzo, los niños se interesan menos por desarrollar sus capacidades y pierden la motivación intrínseca hacia el estudio porque comienzan a comprender que lo que cuentan son los resultados finales, no el camino que ha seguido.
Por otra parte, poner el listón demasiado alto, tener expectativas muy elevadas sobre su desempeño, a menudo causa miedo. Los niños entienden que sobre sus espaldas descansan nuestras expectativas y empiezan a tener miedo al fracaso, lo cual se convierte en un obstáculo para su desarrollo. Este nivel de estrés no es beneficioso para el desarrollo infantil porque inhibe su curiosidad, lacera su autoestima y propicia que mientan para escapar a sus responsabilidades.
Recuerda que bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que les pides pero, a la larga, cohibirás su pensamiento autónomo y todas aquellas habilidades que le pueden conducir al éxito real. Si no le das el espacio para encontrar su propio camino porque le colmas de expectativas, el niño no podrá tomar sus propias decisiones, experimentar y desarrollar su identidad.
El mayor riesgo: La necesidad de esconder las emociones
Una de las consecuencias más graves de las expectativas desmesuradas sobre los hijos radica en que estos tienden a esconder sus sentimientos y problemas. Como son conscientes de que se espera que se comporten de determinada manera, prefieren esconder sus emociones porque les avergüenza no encajar en el rol esperado, así que prefieren interpretar el papel que se espera de ellos.
Obviamente, esto genera numerosos conflictos y hace que el niño desarrolle una personalidad muy frágil o, al contrario, que en la adolescencia busque refugio en conductas autolesivas o en el abuso de sustancias. Es el típico caso de los padres que piensan que su hijo es feliz tan solo porque obtiene buenas calificaciones en el colegio sin pensar que el rendimiento académico no siempre va a la par del éxito en las relaciones sociales, que a menudo son mucho más importantes para los niños y adolescentes.
Cuando no le enseñamos a los niños a expresar sus sentimientos, estos se van enquistando y provocan daño, generan frustración y un gran vacío emocional.
¿Qué debes hacer?
- Motiva a tu hijo a tomar sus propias decisiones y enséñale a pensar en sus consecuencias
- Pon límites pero solo en aquellas actividades que sean realmente peligrosas
- Enfatiza en el esfuerzo y no en los resultados
- Acepta y estimula sus opiniones, aunque sean contrarias a las tuyas
- Castiga los comportamientos, no a la persona
- Enséñale a expresar sus emociones de manera asertiva
- Haz que se sienta aceptado y querido, no a pesar de lo que es sino precisamente por lo que es
Fuentes:
Tough, P. (2012). How children succeed. New York, NY: Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company.
Levine, M. (2006) The price of privilege. New York, NY: HarperCollins Publishers.