Todos los psicólogos nos hemos encontrado que, aún delante de nuestras muchas recomendaciones de las posibles consecuencias, una cierta parte de nuestros pacientes abandonan la psicoterapia antes de que esta haya llegado, efectivamente, a término. Es aquello que, en otras ramas de las ciencias de la salud, llamarían una “alta voluntaria”. Y, aunque es bien cierto que, muchos de ellos, acaban retomando de nuevo la terapia, también lo es que se han dado pasos hacia atrás en el camino avanzado.
Entre estos últimos se encuentran los adolescentes. En este caso, podemos hablar, como muchas otras veces, del pensamiento mágico; muchos jóvenes creen que con el simple hecho de cruzar el umbral de la puerta del terapeuta o sentarse en su sofá, se curarán todos sus problemas, en tres o cuatro sesiones. Falta de adherencia al tratamiento, por falta de actitud; si no pones tu 50%, tendrás que afrontar la dura realidad, ni tan sólo los psicólogos tenemos “polvos mágicos” que resuelvan los problemas sin esfuerzo.
Los pacientes casados abandonan menos los tratamientos ya que la pareja suele actuar como coadyuvante e, incluso, a veces, y según en qué tipo de patologías, como
coterapeuta. Darle esta responsabilidad al cónyuge sin patología supone que anulará cualquier intento de desistir del paciente, explicando las bondades del tratamiento y las consecuencias de no hacerlo.
También abandonan prematuramente los pacientes con bajo nivel educativo. La mayor parte de las veces porque la jerga psicológica se les hace complicada, porque no entienden la finalidad ni el objetivo de la terapia y, sobre todo, porque lo único que saben es que “las pastillas” les funcionan muy bien o no les funcionan para nada. Por tanto, cargan de “poder” al tratamiento psiquiátrico y desnudan a la psicoterapia del mismo ya que se habrán visto abocados a hacerla por orden psiquiátrica o por insistencia familiar.
En contra de lo que se pueda pensar muchas veces, quizás demasiadas, abandonan el tratamiento psicoterapéutico pacientes que presentan psicopatologías severas o, incluso, sintomatología severa de una psicopatología que, en principio, tendría fácil solución. El abandono supone el agravamiento de dichas patologías y, demasiadas veces, no somos conscientes del daño que nos estamos inflingiendo pero la familia tampoco es especialmente insistente.
Visto ya quienes se cogen el alta voluntariamente, nos podríamos preguntar ¿por qué lo hacen? o ¿ qué les lleva a acabar un tratamiento que, inicialmente, empezaron de forma libre y voluntaria?
Motivos más comunes de abandono de la terapia psicológica por parte de los pacientes
1. La demanda ya no les preocupa. Cuando hablamos de demanda, en psicología, nos referimos al motivo que lleva a un paciente a la consulta de un psicológo. Puede ocurrir que dicho motivo, al llegar a la consulta, ocupe una posición central en la vida del paciente pero al transcurrir el tiempo se adopta una nueva percepción que permite minimizar o relativizar el problema, dejando de ser central y, por tanto, de preocuparnos. Sin embargo, ello no significa que este absolutamente resuelto
2. El paciente se ha desmotivado. En psicoterapia, existen distintas corrientes. Normalmente, cada uno de nosotros estamos adscritos a una de ellas, por ejemplo, la cognitiva-conductual. Sin embargo, diseñar un tratamiento significa tener en cuenta las peculiaridades de cada paciente; su carácter, el objeto de su demanda, si ya venía motivado de casa o no…lo que no se puede es aplicar un mismo traje para todos los pacientes que entren en nuestra consulta porque a unos les quedará corto, a otros largo, otros lo romperán, a otros les irá holgado… y estos acabarán sintiendo que la terapia “no sirve para nada” o “no me hace nada” o “no noto nada diferente”, se desmotivarán y acabarán abandonando.
3. Expectativas demasiado elevadas respecto a resultados inmediatos. Otras veces, se abandona porque el paciente, al inicio del tratamiento, tiene unas expectativas demasiado altas respecto a la resolución casi inmediata de su problema. Aunque a estos pacientes se les avisa, al inicio, de que la psicoterapia es un proceso muy eficaz ( por ejemplo, 88% de eficacia para la psicoterapia cognitiva-conductual), por otra parte, es lenta ya que necesita su tiempo para poner en orden el revuelto armario emocional que lleva a consulta; de hecho, esta es una de las funciones más importantes del psicoterapeuta durante las primeras sesiones: nivelar las expectativas hasta un nivel razonable para no acabar provocándose el abandono por no haber satisfecho la idea con que el paciente llegaba a consulta y que forman parte de ese “pensamiento mágico” del que ya hemos hablado, el simple hecho de sentarse en el sofá del terapeuta o de traspasar su puerta ya remedia su problema.
4. Desconocer el número de sesiones que precisará el paciente durante la terapia. Se ha observado que se consigue una mejor alianza terapéutica cuando desde el inicio el paciente tiene una idea aproximada de cuántas sesiones necesitará para cumplimentar su tratamiento. También es cierto que, a excepción de en determinados casos, como en las terapias de parejas, es difícil dar un número exacto de sesiones ya que pueden producirse muchos factores inesperados a lo largo del tratamiento, tanto por parte del paciente como del psicólogo, o puede ocurrir que el paciente no responda al tratamiento, con lo cual volveríamos a encontrarnos que el paciente abandonaría, no por incumplimiento, sino por desmotivación o, especialmente, por expectativas no cumplidas. Por tanto, mantener un objetivo en el tiempo, aunque aproximado, ayuda a que el paciente sea fiel a la psicoterapia y, también, con las tareas de casa.
5. Falta de rapport con el psicológo. En psicoterapia, la calidad de la relación que se establece entre el paciente y el psicoterapeuta es básica, ya que si el paciente percibe que no existe una conexión con el psicólogo, que no le comprende o que minimiza sus problemas, el tratamiento fracasará por abandono del paciente.
6. Incumplimiento de las tareas para casa. La psicoterapia cognitivo-condutual, en el espacio intersesiones se basa en “tareas para casa” que los pacientes deben realizar fuera de la consulta. Sin embargo, muchos de ellos creen que el tratamiento, acaba cuando finaliza la sesión y no vuelven a pensar en él hasta la siguiente sesión ya sea por pereza, por considerar que los ejercicios no son necesarios o que “no servirán para nada”. Esto implica que el tratamiento se retrasará, las expectativas de las que antes hablábamos no se cumplirán, y, como resultado, aparecerá la frustración y la desmotivación que produce el abandono.
7. Actitudes inadecuadas del psicólogo. Frecuentemente, los pacientes que interrumpen su tratamiento repentinamente hacen responsable al psicólogo del abandono, lo cual no significa que siempre sea así pero sí que es cierto que, en algunos casos, determinadas actitudes sí pueden acabar inintencionadamente con la psicoterapia. La mayoría de dichos pacientes afirman que han existido problemas como falta de competencia profesional, la personalidad del terapeuta o la contradicción entre su discurso y los valores del paciente.
8. Negación a profundizar en algunos temas. Cuando un paciente acude a la consulta de un psicólogo, normalmente lo hace con una demanda, es decir, con un problema que pretende solucionar. Pero, generalmente, este problema es sólo un síntoma de un conflicto más profundo. Por ello, y a pesar de que el paciente piensa en tratar su tema de demanda e, incluso, muchas veces, dice “pero eso ya lo tengo superado, y no quiero hablar de ello”, lo que nos está diciendo el síntoma es que, en realidad, no está tan superado como cree y, por tanto, es necesario hablar de ello. Y aquí empieza uno de los puntos de conflicto; tenemos un paciente que se niega a hablar de algo necesario, un psicólogo que necesita que el paciente exprese sus emociones y se libere, para poder continuar y la psicoterapia que queda frenada, no avanza, generando frustración, tanto en el psicólogo como en el paciente, quien prefiere abandonar la psicoterapia.
9. Negación al cambio. En contra de lo que pueda parecer, muchos pacientes abandonan la terapia justo cuando empiezan a mejorar porque creen que ya no la necesitan con lo cual hay una elevadísima probabilidad de recaída. Esto se debe a que suele existir una cierta negación al cambio, de la misma manera que existe negación a profundizar en el síntoma. No podemos olvidar que cualquier tipo de patología que se ha arrastrado durante un cierto tiempo, la llegamos a interiorizar y es entonces cuando el cambio puede asustar de la misma manera que asusta todo aquello que no controlamos, que sea novedoso, aunque este es un proceso que se da a nivel inconsciente.
10. Consejo de otro profesional de una corriente teórica distinta. Algunos pacientes no se contentan con el criterio de un profesional sino que busca opiniones de diferentes profesionales. Pero, en esta búsqueda, no se tiene en cuenta algo de suma importancia y ya repetido en este artículo: no todos los psicólogos pertenecemos a la misma corriente teórica y, por tanto, las coincidencias entre un psicoanalista y un psicólogo cognitivo-conductual no son muchas. Obviamente, es importante escuchar varias campanas pero no podemos olvidar que demasiadas veces no elegimos el sonido que nos sería útil sino el que queremos oír.
Es el caso de los pacientes que abandonan la terapia para iniciar otra pero ¡sorpresa! De una corriente teórica distinta; de hecho, son pacientes que van de un psicólogo a otro en la búsqueda de que confirmen sus creencias o sus opiniones y que el psicólogo puede ya intuir, más o menos, que se producirá un abandono cuando una de sus primeras frases es “eres la tercera psicóloga que tengo. A las otras dos, las dejé… ya te contaré”.